
San Francisco de Sales
Resumen Biográfico:
- Nombre Completo
- San Francisco de Sales
- Lugar de Nacimiento
- Castillo de Sales, ubicado en la comuna de Thorens-Glières, Alta Saboya, Francia
- Fecha de Nacimiento
- 21 de agosto de 1567
- Estado Clerical
- Diocesano
- Diócesis
- Ginebra (residencia en Annecy, Francia)
- Cargo Eclesiástico
- Obispo de Ginebra y Capellán de la Visitación
- Lugar de Ministerio Pastoral
- Patrono de
- Periodistas y escritores cristianos, de los medios de comunicación y también de los sordomudos.
- Virtudes Destacadas
- Humildad, mansedumbre, paciencia, amabilidad
- Títulos y Reconocimientos Otorgados
- Canonización: 19 de abril de 1665 por el Papa Alejandro VII
Doctor de la Iglesia: 1877 por el Papa Pío IX - Formación
- Doctor en Derecho Civil y Canónico por la Universidad de Padua; también cursó estudios en humanidades y teología en París.
- Conocido por
- Su mansedumbre y celo apostólico en la evangelización de los calvinistas en Saboya, a quienes buscó reconciliar con la Iglesia mediante la caridad, la predicación y escritos pastorales. Fue director espiritual de muchas almas, promotor de la santidad en la vida cotidiana y fundador, junto a Santa Juana de Chantal, de la Orden de la Visitación de Santa María. Un testigo del amor, del Amor que es Dios.
- Principales Obras
- Introducción a la vida devota (Philothea, 1609) Obra dirigida a los laicos que desean vivir santamente en medio del mundo.
Tratado del amor de Dios (Teótimo, 1616) Un tratado profundo sobre la vida interior y la unión del alma con Dios.
Escribió cientos de cartas, sermones y panfletos que fueron editados y publicados póstumamente. - Lugar donde reposan sus restos y reliquias
- Sus restos mortales fueron hallados incorruptos y se veneran en un sarcófago dorado en la Basílica de la Visitación de Annecy, Francia. Su corazón se conserva como reliquia y se venera en el monasterio de la Visitación en Treviso , Italia
Biografía Detallada
San Francisco de Sales
Santo, obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia universal; sabio, sacerdote, misionero y apóstol, diplomático, pastor y director de almas; fundador y reformador de órdenes religiosas, místico y escritor. El amor marcó su vida. Es el distintivo de su personalidad.
Nació el 21 de agosto de 1567 en el castillo de Sales, ubicado en Thorens, en el Ducado de Saboya a 20 km de Annecy, Francia, y murió en Lyon el 28 de diciembre de 1622.
Su padre, François de Nouvelles, señor de Boisy y su madre, Francisca de Sionnaz, pertenecían a antiguas familias aristocráticas saboyanas. Su padre es ya mayor y curtido en batallas, mientras que su madre apenas ha cumplido los quince años.
El futuro santo fue el primogénito de la familia y, durante nueve años, hijo único. Más adelante, se convirtió en el mayor de seis hermanos. Experimenta así la delicadeza y ternura de su madre, junto con su acendrada piedad. Se dice que, entre sus primeras palabras conscientes, dijo:
“Dios y mi madre me aman mucho”.
En frase de su nodriza Francisca era “un niño muy gracioso, guapo, afable, dulce y familiar. Tan prudente y de buenas palabras que todo el mundo lo quería”. Era un niño, al fin, goloso y travieso: un día se entusiasma con las cintas de colores que ve en la camisa de un carpintero que va al castillo y, a escondidas, las coge, lo que le vale una buena reprimenda de sus padres, atenuada porque confiesa ingenuamente su culpa; en otra ocasión va a la cocina y prefiere quemarse la mano con un dulce recién sacado del honor, antes que renunciar al gusto de comérselo, y luego tiene el valor de guardar silencio no acusando al cocinero imprudente.
Su temperamento es vivo y con frecuencia, ante la menor contrariedad, se le ve enrojecer, por la violencia que tiene que hacer para dominarse. Así pues, desde sus primeros años su personalidad se manifiesta muy atractiva. El encanto consiste en la unión que en él se dan cualidades contradictorias. Sus padres saben combinar la educación de todos los rasgos de su carácter, quieren hacer de él un perfecto caballero y un buen cristiano.
Pronto le mandan a estudiar fuera de casa, su padre lo había destinado a la magistratura y, desde temprana edad, lo envió a los colegios de estudios superiores de La Roche y Annecy. Cuando apenas tenía once años, fue enviado a París, entonces centro de la cultura europea. Allí pasó varios años formándose en humanidades, retórica y filosofía en el Colegio de Clermont, bajo la guía de los jesuitas.
El ambiente mundano que le rodea dista mucho del de Sales. Frecuenta la Corte y los palacios de los príncipes; destaca en las artes propias de la nobleza: el manejo de la espada, la equitación, la danza.. Era un joven caballero que agradaba por doquier. Su corazón no es de piedra. Quiere permanecer fiel a las enseñanzas recibidas y por eso lucha, se mortifica,ora…
De diciembre de 1586 a enero de 1587 sufre una profunda crisis existencial: desde los doce años tiene la convicción de querer única y totalmente:
“Ser un hombre de Iglesia”
Ahora siente el atractivo del mundo. ¿Tendrá el corazón dividido? Intenta buscar solución a sus inquietudes en la teología, pero la respuesta se hace esperar. Llega a incluso preguntarse:
“¿Seré yo del número de los elegidos? ¿O seré de los condenados?
Lo que está en juego en este drama es el Amor de Dios, cuyas delicias ya ha gustado y del que teme ser privado para siempre. Pero en un acto de generosidad heróica exclama:
“Sea lo que sea, Señor, que al menos pueda amarte en esta vida si no voy a poder hacerlo en la eternidad. Y si voy a tener que ser maldito entre los malditos, que no sea yo de los que maldigan tu santo Nombre”.
Estando en París, comenzó el curso de teología. Durante este tiempo atravesó una terrible y prolongada tentación de desesperación, causada por las discusiones teológicas de la época sobre la predestinación. De esta larga prueba, Francisco va a salir al fin, vencedor.
Un día, mientras oraba en la iglesia de San Esteban de las Rocas, arrodillado ante la imagen de la Virgen Negra, recitó con fervor el “Acordaos”. De manera repentina, la tentación se desvaneció y su alma recobró la paz. Había atravesado una etapa decisiva de su vida interior: una experiencia profunda y purificadora conocida como la “desesperanza del amor”, uno de los estados más altos de la vida mística. Salió de ella más puro, más fuerte, más enamorado de Dios y resuelto a llevar ese amor a los hombres, sus hermanos. En ese momento, hizo voto de castidad y se consagró por completo a la Santísima Virgen María.
Cuando regresa a casa, a los 21 años, casi no conoce a su familia. Durante este tiempo han ido naciendo muchos hermanos a los que no ha visto nunca. La alegría del encuentro con los suyos dura poco. Como su padre quiere que sea senador le manda a la Universidad de Padua, no es ni pacífico ni fácil, pero Francisco sabe armonizar el estudio del derecho con la teología y las relaciones sociales -aquí contrae hermosas y duraderas amistades-; además lleva una intensa vida espiritual. Durante esta época, el sacerdote jesuita Possevin fue su director espiritual. Recibió su diploma de doctorado de manos del famoso Pancirola en 1592.
Sin embargo, esta perfección tan sencilla y tan atractiva molesta a quienes no saben actuar como él: Tres compañeros saboyanos, queriendo dejarlo en ridículo, le tienden una emboscada. Una noche salen al encuentro armados y comienzan a provocarlo. Francisco rápido de reflejos y muy hábil en el dominio de la espada los deja abatidos y, abochornados, tienen que huir. En otra ocasión, intentan un nuevo asalto, pero de otro tipo: bajo pretexto de una entrevista con un notable jurisconsulto, quien hacerlo caer con una cortesana. Francisco se da cuenta, le hace frente y se va con dignidad.
La tentación de París se recrudece en Padua. Una página de sus apuntes personales, que es una verdadera joya de literatura mística, nos da a conocer el resultado de su propio combate espiritual, terminando con un admirable acto de confianza y abandono:
“Estoy dispuesto a ignorarlo todo para mejor conocer a Aquel que es la Sabiduría del Padre: Cristo Crucificado(..) Sí, Padre, porque eso es lo que te agrada, mi corazón, oh Dios mío, está pronto por tu amor a ser condenado; por tu nombre está igualmente dispuesto a la iglesia, oh Jesús, Amén. Oh Jesús o María”
También esta vez, como en París, la crisis moral va acompañada de una enfermedad que le lleva al borde de la tumba. Su preceptor se lo comunica: “Dime, Francisco, si Dios te llamara en este momento, ¿aceptarías su voluntad?”. La respuesta no sólo es afirmativa, sino que Francisco recibe la noticia con “un corazón dilatado”. Se confiesa con su director, el célebre jesuíta P. Possevino, y hace un testamento memorable:
“Entrego mi alma a Dios. Mi cuerpo, en cuanto haya expirado, entregadlo, os lo ruego, a los estudiantes de medicina, a fin de que no habiendo servido para nada durante mi vida, pueda ser útil después de mi muerte. Me sentiría feliz si por este medio impidiera alguna de las peleas y asesinatos que cometen los estudiantes cuando quieren los cuerpos de los ajusticiados para hacer sus prácticas.”
Gesto de caridad y de humildad en el que, además, se puede otro de los rasgos del carácter de Francisco de Sales: se interesa vivamente por las ciencias de la naturaleza y, en especial, por el estudio del cuerpo humano, que aparece ante él como la más excelente maravilla de la creación. Una vez acabado su breve testamento, recibe de manos de su director el santo Viático y la Extrema Unción. Pero de un modo imprevisto, recobra la salud y reemprende con nuevo ánimo sus estudios.
Al haber sido admitido como abogado ante el senado de Chambèry, estaba a punto de ser designado senador. Su padre había seleccionado a una de las más nobles herederas de Saboya para ser la compañera de su futura vida, pero Francisco declaró su intención de abrazar la vida eclesiástica. Una aguda lucha siguió a esto, su padre no consentiría el ver frustradas sus intenciones. Entonces, Claudio de Granier, obispo de Ginebra, por su propia iniciativa, obtuvo para Francisco un puesto en el patronato del papa. Este era el más alto cargo en la diócesis, el señor de Boisy cedió y prefiriendo el sacerdocio, Francisco fue ordenado sacerdote el 18 de diciembre de 1593 en la catedral de Annecy.
Más adelante, continuó sus estudios en la Universidad de Padua, donde obtuvo el título de doctor en Derecho civil y canónico. A su regreso a Saboya, se inscribió como abogado en el Soberano Senado de Chambéry. Su inteligencia y sensibilidad hallaron en el estudio una fuente de desarrollo y equilibrio. Se ofreció como misionero para la evangelización de Chablais, donde experimentó trabajo duro, decepciones, frustraciones, desaliento, pero también profundas alegrías durante varios años. Finalmente, su trabajo y paciencia dieron sus frutos: Chablais regresó al catolicismo.
Francisco fue ordenado obispo el 8 de diciembre de 1602 en la iglesia de su pueblo natal, donde había sido bautizado. Dedicó los veinte años de su episcopado a predicar, recorrer su diócesis, reformar el clero y las órdenes religiosas, manteniendo a la vez una abundante correspondencia.
En 1608, escribió la Introducción a la Vida Devota , haciendo accesible la santidad a todos los estados de vida. Fue fruto de su experiencia como pastor, misionero, confesor y director de almas. En 1604, predicó la Cuaresma en Dijon, donde conoció a la baronesa Jeanne-Françoise de Chantal, con quien fundó la Visitación Santa María en Annecy en 1610. En 1616, escribió el Tratado sobre el Amor de Dios para las almas más avanzadas en el camino espiritual. Se inspiró en las confidencias que le hicieron la Madre de Chantal y las primeras Visitandinas.
Murió en Lyon el 28 de diciembre de 1622, mientras ejercía su ministerio. Su cuerpo fue trasladado a Annecy y enterrado en la pequeña iglesia de la Visitación.
Francisco de Sales fue canonizado el 19 de abril de 1665. Es el santo patrón de los periodistas y escritores. También es el santo patrón de los sordomudos, tras haber acogido bajo su protección durante 17 años a Martín, también sordomudo, a quien él mismo enseñó y catequizó con paciencia.
San Francisco de Sales fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1877 por el Papa Pío IX.
La siguiente es una lista de las obras principales del santo Doctor:
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Controversias, folletos que el celoso misionero distribuía entre los habitantes del Chablais, cuando esta gente no se aventuraban a venir a escuchar su predicación. Ellas constituyen una completa prueba de la fe católica. En la primera parte, el autor defiende la autoridad de la Iglesia y en la segunda y tercera partes, las reglas de fe que no eran observadas por los ministros heréticos. La primacía de San Pedro es ampliamente vindicada.
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Defensa del Estandarte de la Cruz, una demostración de la virtud Ÿ De la Verdadera Cruz Ÿ Del Crucifijo Ÿ Del Signo de la Cruz Ÿ Una explicación de la Veneración de la Cruz.
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Introducción a la Vida Devota, una obra cuyo objeto era conducir a “Filotea”, el alma viviente en el mundo, por los caminos de la devoción, es decir, los de la verdadera y sólida piedad. Cada uno debería esforzarse por ser piadoso y “es un error, hasta herejía” sostener que la piedad es incompatible con cualquier estado de vida. En la primera parte, el autor ayuda al alma a liberarse de toda inclinación o afición al pecado; en la segunda, le enseña cómo unirse a Dios por medio de la oración y los sacramentos; en la tercera, la ejercita en la práctica de la virtud; en la cuarta, la fortalece contra la tentación; en la quinta le enseña cómo formar sus resoluciones y perseverar. La Introducción, que es una obra maestra de psicología, moral práctica y sentido común, fue traducida a casi todos las lenguas mientras el autor vivía y desde entonces ha pasado por innumerables ediciones.
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Tratado del Amor de Dios, una obra de gran autoridad que refleja perfectamente la mente y el corazón de Francisco de Sales como gran genio y como gran santo. Contiene doce libros. Los primeros cuatro nos entregan una historia o, más bien, explican la teoría del amor divino, su nacimiento en el alma, su crecimiento, su perfección y su marchitamiento y aniquilación; el quinto libro muestra que este amor es doble, el amor de complacencia y el amor de benevolencia; el sexto y el séptimo tratan del amor afectivo, que se practica en la oración; el octavo y el noveno tratan del amor efectivo, es decir, la conformidad con la voluntad divina y la sumisión a sus dictados. Los últimos tres libros resumen lo precedente y enseñan cómo aplicar en la práctica las lecciones allí enseñadas.
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Conferencias Espirituales, conversaciones familiares sobre las virtudes religiosas dirigidas a las Hermanas de la Visitación y coleccionadas por ellas . Encontramos allí ese sentido común práctico, agudeza de percepción y delicadeza de sentimiento que eran características del Santo enérgico y de corazón amable.
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Sermones. Estos están divididos en dos clases: Aquellos que compuso previamente a su consagración como obispo y cuyo texto completo él mismo escribió; y los discursos que pronunció cuando ya era obispo, de los cuales, como regla, sólo se conservan los esquemas y sinopsis. No obstante, algunos de estos últimos fueron copiados in extenso por sus oyentes. Pío IX, en su Bula en que lo proclamó Doctor de la Iglesia, llama al Santo “El Maestro y Restaurador de la Elocuencia Sagrada”. Él es uno de aquellos que a comienzos del Siglo XVII formó la bella lengua francesa; él fue precursor y preparó el camino de los grandes oradores sagrados que estaban por aparecer. Él habla de una manera simple, natural y desde el corazón. Para hablar bien sólo necesitamos amar bien, era su máxima. Su mente estaba imbuida de las Sagradas Escrituras, las cuales comenta y explica y aplica prácticamente, con no menos precisión que gracia.
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Cartas, en su mayor parte cartas de dirección espiritual, en las cuales el ministro de Dios se hace a un lado y enseña al alma a escuchar a Dios, el único verdadero director. El consejo dado está adaptado a todas las circunstancias y necesidades de la vida y a todas las personas de buena voluntad. Mientras que trata de ocultar su propia personalidad en estas cartas, el santo se nos da a conocer e inconscientemente nos descubre los tesoros de su alma.
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Un gran número de tratados y opúsculos muy preciosos. Migne (5 vols., quarto) y Vivés (12 vols., octavo, París) han editado las obras de San Francisco de Sales. Pero la edición que podemos llamar definitiva fue publicada en Annecy en 1892 por el benedictino inglés, Dom Mackey: un trabajo notable por su ejecución tipográfica, la crítica brillante que establece el texto definitivo, la gran cantidad de materiales hasta entonces inéditos y el interesante estudio que acompaña a cada volumen. Dom Mackey publicó doce volúmenes. El padre Navatel, S.J. Ha continuado este trabajo.
Breve recapitulación de la enseñanza espiritual de sus obras:
“Las obras de Francisco de Sales, llenas de doctrina celestial son una luz brillante en la Iglesia, que señala a las almas una vía fácil y segura para alcanzar la perfección de una vida cristiana” (Breviarium Romanum, 29 de enero, lect. VI.). Hay dos elementos en la vida espiritual: Primero, una lucha contra nuestra naturaleza inferior; segundo, la unión de nuestras voluntades con Dios; en otras palabras, penitencia y amor. San Francisco de Sales mira principalmente hacia el amor. No quiere decir que descuida la penitencia, la cual es absolutamente necesaria, sino que desea que ella sea practicada a partir de una motivación amorosa. Requiere la mortificación de los sentidos, pero se apoya ante todo en la mortificación de la mente, de la voluntad y del corazón. Él requiere que esta mortificación interior sea incesante y esté siempre acompañada del amor. El fin a alcanzar es una vida de fidelidad amorosa, simple, generosa y constante a la voluntad de Dios, vida que no es otra cosa que nuestra obligación actual. El modelo propuesto es Cristo, a quien debemos mantener siempre ante nuestros ojos. “Estudiaréis su talante y realizaréis vuestras acciones como Él lo hacía” (Introd., 2a Part. Cap. I). Los medios prácticos para llegar a esta perfección son: recordar la presencia de Dios, la oración filial, una recta intención en todas nuestras acciones, y frecuente acudir a Dios por medio de jaculatorias y aspiraciones interiores piadosas y confidentes.
Además del Instituto de la Visitación, que él fundó, el siglo XIX ha visto el surgimiento de asociaciones del clero secular y de laicos piadosos al igual que varias congregaciones religiosas, formadas bajo el patronato del santo Doctor. Entre ellas podemos mencionar los Misioneros de San Francisco de Sales, de Annecy; los Salesianos, fundados en Turín por San Juan Bosco, especialmente dedicados a la educación cristiana y técnica de niños de las clases más pobres; los Oblatos de San Francisco de Sales, establecidos en Troyes (Francia) por el Padre Brisson, quienes tratan de hacer realidad en la vida religiosa y sacerdotal el espíritu del santo Doctor, tal como lo hemos descrito y como él lo transmitió a las monjas de la Visitación.
Bibliografía:
Orden de la Visitación de Santa María. (2007). San Francisco de Sales a través del cristal. Madrid
Vida de San Francisco de Sales